Actualmente es, con mucha diferencia, la forma más eficaz de reducir el gasto de nuestro automóvil. Con un combustible un 40% más barato, la amortización del sistema de alimentación del motor por gas se produce en unos 25.000 km.

Ahora está muy de moda hablar de los coches que emplean gas (ya sea GLP o bien el conocido como gas natural o metano) como combustible, pero no es nada nuevo. Para los españoles es algo más desconocido porque la legislación prohibía el uso de este combustible para particulares por temas fiscales. Sin embargo, en países como Holanda, Portugal, Italia o Francia, es casi tan frecuente como el diésel.

GLP o LPG o Autogas: son las siglas de Gas Licuado de Petróleo en español o en inglés. Se trata de una mezcla de gas butano y propano que se obtiene de forma natural en los pozos petrolíferos o bien como subproducto en el refinado del petróleo. Al ser sometido a presión, este gas  pasa de estado gaseoso a líquido, ocupando mucho menos volumen. Se almacena a presión y gracias a ello se puede llevar en un depósito relativamente pequeño, algo muy importante en un automóvil. Un depósito de 100 l de gasolina equivale a uno de 107 l de GLP; como ves, casi ocupa lo mismo a igualdad de cantidad de energía. Es un buen punto positivo, pues un depósito pequeño puede colocarse en el hueco de la rueda de repuesto (más o menos, 60 litros, con una autonomía como la de 55 l de gasolina). Su combustión genera vapor de agua y CO2, ambos completamente inocuos -aunque el CO2 provoca efecto invernadero-. Es un hidrocarburo, sus moléculas contienen hidrógeno, oxígeno y carbono que, al combinarse con el oxígeno en la combustión, producen H2O y CO2.